Los implantes faciales se han vuelto muy populares porque son una opción segura y elegante para restaurar el volumen facial y acentuar los rasgos más atractivos de una persona. Podría decirse que los implantes de pómulo son un arquetipo de los implantes faciales, por ser los más utilizados, y por su facultad para perfilar el rostro. Los mismos permiten resaltar la proyección anterior de los pómulos, corregir zonas hundidas en las mejillas y aportar volumen al tercio medio de la cara. Su efecto sobre el contorno facial es similar a la inyección de rellenos de ácido hialurónico o transferencia de grasa autóloga, pero más predecible y permanente.
Los mejores candidatos para los implantes de pómulo son adultos sanos con mejillas planas o poco desarrolladas, especialmente personas más jóvenes que además presentan ojeras y bolsas en los ojos desde edades tempranas. Sin embargo, no deberían emplearse en adolescentes antes de que se produzca la madurez ósea completa, ya que el implante puede interferir con el desarrollo del hueso.
Los implantes de pómulos también son un gran complemento para la cirugía de lifting facial (levantamiento de cara o ritidectomía) porque, al demarcar tridimensionalmente el área de las mejillas, aportan una armonía facial más global. Dicho de otra manera, el aumento de pómulos con el implante corrige la pérdida de volumen, mientras que la ritidectomía tensa los tejidos profundos de la cara y trata la flacidez cutánea. El resultado es un contorno facial joven, natural y equilibrado.
La cirugía de implantes de pómulos está contraindicada en fumadores empedernidos, pacientes con enfermedades graves de las encías (ya que los implantes se colocan a través de una incisión en la mucosa oral) y pacientes con expectativas poco realistas sobre su mejoría.
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