El envejecimiento facial es un proceso complejo que surge como consecuencia de tres fenómenos distintos. La desintegración de las fibras de colágeno y el daño solar son responsables del envejecimiento cutáneo, manifestado clínicamente por arrugas, pliegues y cambios de pigmentación. Una segunda causa del envejecimiento es la flacidez de los tejidos que se encuentran por debajo de la piel asociado con laxitud de los ligamentos que aproximan estos planos tisulares.
El tercer elemento corresponde a la pérdida de volumen en los compartimientos grasos de la cara. Durante décadas, los cirujanos plásticos acostumbraban a atender únicamente los dos primeros componentes del envejecimiento a través de procedimientos de exfoliación cutánea y liftings quirúrgicos de la cara, las mejillas y el cuello, sin tener en cuenta la atrofia de la grasa facial. Eventualmente, la búsqueda de resultados más naturales y longevos los llevaron a centrar su atención en la restauración del volumen facial y a apreciar la importancia de los injertos de grasa como la mejor opción para alcanzar su objetivo.