Existen muchos tipos de lesiones benignas que aparecen en el rostro. De todas ellas, los lunares son los más comunes, aunque solo representan una fracción de todas las lesiones observadas por dermatólogos y cirujanos plásticos. Los lunares generalmente aparecen por primera vez en la infancia y continúan creciendo y oscureciéndose con el tiempo. Es frecuente que algunos vellos crezcan en el centro del lunar. Aunque la mayoría de estas lesiones no causan síntomas, algunos pacientes pueden experimentar picazón e incomodidad, sobre todo si el lunar se encuentra en una zona que roza con la ropa o debe afeitarse.
Por definición, un lunar es una lesión benigna, lo que significa que no es cancerosa. Sin embargo, cuando un lunar crece rápidamente, cambia de tono o produce dolor, estos son signos de que puede transformarse en una lesión maligna. Por lo tanto, cualquier persona que haya notado uno o todos estos cambios debe acudir a una consulta con un dermatólogo o cirujano plástico facial para descartar cáncer. Si el especialista considera que existe la posibilidad de malignidad, se requerirá una biopsia del lunar; en la mayoría de los casos, el cirujano reseca toda la lesión y la envía al patólogo para su análisis.
Por otro lado, algunas personas prefieren deshacerse de un lunar por razones puramente estéticas. En tales casos, el lunar se puede eliminar con anestesia local, y el área se reconstruye con cuidado para evitar una cicatriz visible. La lesión siempre se envía a patología, incluso si existe una baja sospecha de malignidad.